martes, 15 de mayo de 2012

SIEMBRA

Cuando de mí no quede sino un árbol
  cuando mis huesos se hayan esparcido
  bajo la tierra madre; 
  cuando de ti no quede sino una rosa blanca
  que se nutrió de aquello que tú fuiste
  y haya zarpado ya con mil brisas distintas
  el aliento del beso que hoy bebemos; 
  cuando ya nuestros nombres
  sean sonido sin eco
  dormidos en la sombra de un olvido insondable; 
  tú seguirás viviendo en la belleza de la rosa,
  como yo en el follaje del árbol
  y nuestro amor en el murmullo de la brisa

  ¡Escúchame!
  Yo aspiro a que vivamos
  en las vibrantes voces de la mañana.
  Yo quiero perdurar junto contigo
  en la savia profunda de la humanidad:
  en la risa del niño, 
  en la paz de los hombres. 
  en el amor sin lágrimas.

  Por eso, 
  como habremos de darnos a la rosa y al árbol, 
  a la tierra y al viento, 
  te pido que nos demos al futuro del mundo...

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